¡Ese miedo a ganar!
Sin Conexión...
No cabe duda que a veces los equipos mexicanos no consiguen los éxitos que todo quisiéramos más que nada por una especie de temor injustificado, pero inconsciente, a todo aquello que significa el triunfo, por más que éste sea sólo un mugroso triunfo deportivo, fuera de nuestras fronteras. Y no me refiero sólo al futbol, sino a todos los deportes de conjunto en los que nos vemos mejor representados como sociedad a diferencia de los deportes individuales.
Ya decía Erich Fromm, célebre sociólogo y psicoanalista judío-alemán, que vivió algunos años en México y dirigió por cierto a mediados de los 50 la Escuela de Psicoanálisis de la UNAM, en su obra ‘El miedo a la libertad´, que el ser humano siente un temor inconsciente a ser total y verdaderamente libre de determinadas situaciones que le impiden el bastarse por sí mismo y realizarse completamente como individuo y como sociedad, porque se aferran a creencias y sentimientos ancestrales de inseguridad que difícilmente son superados y que les orillan a seguir siendo cómodamente dependientes de determinado estado de cosas, aunque éstas los mantengan el algún grado, aunque sea mínimo, de dependencia o esclavitud.
Lo mismo se podría aplicar, ya que el triunfo deportivo es una suerte de “liberación”, aunque sea momentánea y efímera, a una expresión tan poco trascendente pro tan significativa como el futbol, en la cual nos vemos reflejados muy curiosamente cuando se nos escapan oportunidades de triunfo en el ámbito internacional como la que presenciamos esta semana nuevamente con el América en la Copa Santander Libertadores, o como otro que se nos ocurra de lo atestiguado recientemente o en el siglo pasado. No puede explicarse de otra manera el ver como un equipo mexicano cualquiera (y tristemente el América es este momento no pasa de ser un equipo cualquiera de nuestra Liga que participa en la Libertadores debido a que, por muy mexicanas razones, los mejores no juegan en ella) se enfrenta a los máximos exponentes del Cono Sur en calidad de visitante y con todo en contra, incluyendo por supuesto el tétrico arbitraje, y vemos cómo los nuestros (porque para mi cualquier equipo mexicano frente a un extranjero debiera ser siempre “nuestro”) superan casi sin querer y sin creérsela a los rivales y después hacen todo lo humanamente posible para no ganar y dejar que los teórica e históricamente superiores no hagan más que ratificar lo que siempre se han creído y nos han hecho creer: que son mejores que los nuestros.
Para mi,, resultan inexplicables ciertas cosas (más allá de que un equipo como el América, que es hoy de media tabla en nuestra Liga, y otro como el Atlas, que salió Campeón antes de la guerra de Corea, sean quienes nos representen) que suceden en los partidos como el del pasado miércoles, en donde vemos errores infantiles, no forzados, de jugadores, como Villa o Castro con tantas ‘horas de vuelo’ y que en circunstancias normales nunca los cometen, o cambios como los de Romano que sustituye al acerado ‘More’ Mosqueda por un importado malo y sin espíritu como Higuaín, o mete a Richard Núñez a perder balones y quedarse parado cuando lo que se requería hacer era lo que mejor hacen nuestros jóvenes mexicanos, es decir corretear y hacer el dos contra uno para recuperar la pelota, aunque después la vuelvan a perder. Y luego ver cómo en el último instante y ante una jugada detenida, que sirve a la desesperada el mismo portero rival con un globito al área, el despeje sin que le estorben (error no forzado, dirían en el tenis) del defensa americanista resulta contrario a todos los cánones que se le enseñan a cualquier niño para efectuar la jugada más burda y elemental del futbol que es el despeje, es decir, en vez de rechazarla alta, fuerte, lejos y a cualquiera de los lados, el muchacho la cabecea picándola débilmente hacia abajo y hacia el centro para hacerla chocar con un compañero que venía de frente y que no atina más que a abanicar la brisa y dejarle la pelota al delantero para que éste se la diera a Ortega y se consumara una más de las estúpidas frustraciones a las que ya nos tienen acostumbrados los americanistas, a quienes solamente les vamos cuando juegan contra unos más sangrones que ellos, o sea, muy pocas veces.
Lo bueno es que no era una Final y que muy probablemente los “nuestros” pasen a la siguiente ronda y que, pese a ser uno de los peores América de la historia, lleguen junto con Atlas y Chivas a instancias finales de la Libertadores en las que se enfrentan, no tanto a los mejores equipos de Sudamérica y a los peor intencionados árbitros y directivos del orbe, sino a algo mucho más difícil de superar: sus propios miedos.
Dom. 2 de Marzo de 2008
Fuente: Record Diario Deportivo.
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