La Historia de un Grande.
SIN CONEXIÓN
“José Luis tuvo que esperar casi cinco años para debutar con el primer equipo”
Había una vez una familia de inmigrantes vascos avecindada en México, compuesta por la madre, el padre y siete hermanos.
Por ley de vida, ésta se termina; así parecía que le ocurría al jefe de familia y ante lo que parecía inminente mandó llamar a sus hijos y en el lecho de muerte les suplicó que le prometieran los varones que bajo ninguna circunstancia jugarían futbol profesional, petición que parecía absurda en ese momento, pero que el tiempo le daría la importancia debida. Únicamente el más pequeño de todos, que apenas cumplía los cinco años no presenció tan emotivo y desgarrador momento, pues su madre consideró que no valía la pena que el pequeño presenciara la agonía.
El destino cumplió el mandato y se llevó al padre, creciendo los hijos con ese encargo como si fuese un estigma, ya que uno más que otro jugaban enormidades al futbol, al grado que desde los 16 años uno de ellos era pretendido por el Toluca, paro aquella promesa no le permitió aceptar la invitación. Solamente José Luis, el más chico de todos, aquel que no pudo hacer la promesa ante su padre, estaba libre de tener que cumplirla y él precisamente resultó ser quien más calidad, aptitudes y bendiciones innatas tenía para jugar al futbol de todos los hermanos, al grado que a los 15 años fue invitado por Walter Ormeño para jugar en el Atlante y pese a su corta edad ya lo tenían para debutar en Primera División, paro una vez más el destino hizo su parte cuando el ‘Gigante de ébano’ fue destituido del cargo y un entrenador argentino al verlo preguntó la edad y con sólo 16 años indicó el estratega que siguiera en reservas para que madurara. Era tal la capacidad de este muchacho que hacía ver mal en los entrenamientos a los grandes de aquel momento atlantista, corría toda la cancha, tenía una claridad y capacidad asombrosas al grado que empezó a incomodar a algunos, quienes comenzaron a invitarlo a salir de noche para que de alguna manera mermaran sus cualidades y al paso evidenciarlo con la directiva, especialmente uno que prefiero omitir su nombre, pero que se encargó de enseñarle lo malo de la vida al joven para evitar ser desplazado por éste en corto tiempo, de la titularidad.
José Luis por diferentes factores tuvo que esperar casi cinco años para debutar con el primer equipo, al fin lo logró, mas sus condiciones habían perdido el potencial que tenían; sin embargo, todavía le alcanzó para destacar en el Atlante, que consiguió un nivel importante a principios de los setenta junto con Rafael Puente, Desachi, Negroe, Basaguren y otros, conjunto que alcanzó 17 fechas invicto y que era tan bravo que sus broncas aún se recuerdan. Nunca mostró el nivel que pudo haber alcanzado, pero sus contemporáneos hablan de él como el mejor jugador mexicano de aquella época, al grado de convertirlo hoy en leyenda; sin embargo, la semilla de la mala vida ya había surtido efecto, el tiempo pasó y terminó con una de las carreras que quizás hubieran hecho época.
Todavía joven para la vida, pero viejo para el futbol, en una profunda crisis le ocurrió lo indeseado, el espejo de un camión golpeó su cabeza y le arrebató la existencia, una existencia que pudo haber sido distinta, pero que no fue de esa manera, pues, a diferencia de sus otros hermanos, el pequeño José Luis sí jugó futbol profesional y eso, al final del camino, como lo había temido el viejo no era para ellos, los Amuchástegui.
Esta es la historia de quien pudo haber sido el más grande futbolista de nuestro país, pero que el destino y las malas compañías evitaron que así sucediera y me refiero a José Luis Amuchástegui.
Sin Conexión...
Dom.25 de Nov. de 2007
Fuente: Record Diario Deportivo.
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