Sumar y restar
Sin Conexión
De algunos años para acá se ha magnificado exageradamente la figura del entrenador en cuanto a su verdadero papel dentro de un equipo de futbol. Para empezar habría que remontarse a los orígenes de este popular juego en los que prácticamente no había entrenadores, sino, acaso, un capitán que desde dentro de la cancha daba las órdenes necesarias para que sus compañeros funcionaran de la mejor manera y luego se llevaba el único balón a su casa para limpiarlo y volver a engrasarlo e inflarlo para el próximo juego.
El mismo personaje asistía a las reuniones de la Liga y se encargaba de citar a sus compañeros (no había entrenamientos) para el siguiente desafío.
La evolución del juego determinó la conveniencia de nombrar un personaje, que normalmente era un jugador retirado, para que se encargara de definir las alineaciones y evitar con ello el ser juez y parte en el asunto. Aún así, hasta hace muy poco tiempo en Inglaterra y Escocia prevaleció la costumbre de ver a entrenadores que jugaban con el equipo y desde dentro del campo lideraban al grupo y decidían los cambios, llegando a sustituirse a sí mismos si así lo consideraban conveniente.
Tan recientes son los ejemplos que casi todos vimos jugar a Dalglish, Ardiles, Gullit, Reid, etc., que combinaron el papel de jugador experimentado con el de entrenador. Y fue en la Liga inglesa, no cualquiera. El entrenador era un elemento más del equipo con la salvedad de que se le otorgaba confianza en decisiones importantes.
Difícilmente nos acordamos de los entrenadores de los grandes equipos de la antigüedad, a diferencia de sus estrellas y todo debido a que el protagonismo se le otorgaba a los verdaderos héroes: los jugadores.
Desde que se reglamentó la facultad de hacer cambios, pasando desde uno hasta los tres que se autorizan actualmente a nivel profesional, se le dio más posibilidades al ‘técnico’ (que más bien debería llamarse ‘táctico’, porque en ese aspecto es donde tiene su influencia en el juego) de intervenir un poco más en el funcionamiento del equipo, ya que podía adaptarse mejor a las cambiantes circunstancias de un partido y llegar a modificarlas hasta cierto punto mediante la sustitución de algún elemento por otro. Por supuesto que también se acrecentó la influencia del entrenador desde el momento en que las exigencias del alto rendimiento impusieron la necesidad de entrenar diariamente entre un partido y otro, a diferencia de los tiempos en que se juntaban los martes y los jueves a darse un masaje y cascarear un rato para citarse en la cancha o en el autobús para viajar el fin de semana. Los tiempos han cambiado bastante, y eso que me refiero a los no tan lejanos años 60.
A finales del Siglo XX se experimentó una inusual proliferación de medios informativos dedicados al futbol, con lo cual los entrenadores adquieren un protagonismo que resulta hasta chocante y exagerado puesto que su imagen y su opinión sobresalen de las habilidades de los jugadores en ciertos casos.
Es más, muchas veces los entrenadores ganan bastante más que la mayoría de sus discípulos, ante lo cual justifican su pretendida importancia haciéndose creer que su labor es tan difícil y trascendente como la de un astrofísico nuclear con maestría en antropometafísica y doctorado en psicosocioingeniería bioneuromédica y anexas, que tenga que desactivar la computadores inteligente a punto de terminar con el resto de nuestro pobre humanidad.
De otra manera no nos explicaríamos lo que ganan, la importancia que se dan y la manera como nos tratan de enredar queriendo convencernos de que sólo los muy versados en trigonometría cósmica son capaces de entender el juego como ellos lo conciben.
Pero lo cierto es que en este juego, como en muchas otras cosas, lo simple es casi siempre lo verdadero y la complejidad del juego se resume a una sola cosa: SUMAR Y RESTAR. Siempre ganará el que meta más goles y el balón se meterá en la portería que tenga más cerca, imponiéndose la lógica más simple en casi todas la Ligas del mundo, salvo, por supuesto, en la nuestra, en la que el que hace más puntos no necesariamente es Campeón y el que el peor conjunto no necesariamente desciende, y en la que a falta de dos partidos para terminar el torneo regular TODOS los equipos, menos el América por cierto, podrían ser Campeones. Lógica pura, ¿o no?
Fuente: Record Diario Deportivo
Sin Conexión...
Dom 4 de Mayo de 2008.
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Dom 4 de Mayo de 2008.
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