La realidad ‘concacafkiana’
SIN CONEXIÓN
“Nuestros rivales se van a sentir honrados con la visita del ilustre Sven”
Ahora a despertar. Regresemos a la pantalla televisiva de nuestra realidad cotidiana en lo que respecta al futbol, para recordar que no vivimos precisamente en Suiza ni en Austria, sino en nuestro querido México y que en lugar de Salzburgo, Viene, Berna o Innsbruck pertenecemos a la península del Iztapalapa o a Atizapán de Zaragoza y vemos pasar nuestros mejores días encerrados en una pecera mientras intentamos desplazarnos de un lado a otro en nuestra querida e insufrible capital.
A excepción de aquellos afortunados que viven en ciertas provincias mexicanas en las que aún se disfruta la vida, los demás me darán la razón y me recordarán que la realidad futbolística es pareja en todo el país y aún peor en nuestro vecindario ‘Concacafkiano’, en el que tendremos que vérnoslas en la eliminatoria.
La realidad nos hará ver de nuevo en nuestro crudo despertar que a pesar de haber dejado en el camino al poderosísimo trabuco de Belice, el mañana nos depara rivales exentos de cualquier tipo de glamur, pero que tienen como objetivo deportivo en común poder ganarle alguna vez a los mexicas y de paso, si se puede, eliminarnos del Mundial de Sudáfrica para ser ellos los que tengan la posibilidad de representar la zona en el máximo evento futbolístico. Pero ello no debería preocuparnos demasiado, ya sea que nuestros ínclitos federativos han tomado las providencias necesarias para evitar cualquier desagradable sorpresa, como la de Haití en el 73 o la de Honduras en el 81, y han contratado al superhombre indicado para guiar los inciertos destinos de nuestros incautos compatriotas hacia la obvia clasificación y el posterior éxito en la aventura mundialista rumbo al título mundial que finalmente será nuestro. Eso es lo que debemos esperar, por lo menos cerrando los ojos y volviendo a soñar, si consideramos el esfuerzo que se ha hecho para horrarnos con su presencia y sabiduría que tanta falta nos hace a quienes quisiéramos saber cómo es que se le hace para meter más goles que los canijos rivales y ganar hartos partidos.
Seguramente ya le habrán explicado a Mr. Eriksson que jugar de visitante en Tegucigalpa y en Kingston (lo de Canadá no creo que le sorprenda) es casi como enfrentar a Luxemburgo y a Andorra, salvo por el clima y la amabilidad de sus folclóricos habitantes que no cesan de aplaudir las ocurrencias del rival azteca y de preguntarles si se les ofrece algo durante las visitas de cortesía que tendremos que hacer en este primer cuadrangular eliminatorio.
Pero como este primer paso será como coser y cantar, va a servir, además, para que nuestro ilustre ‘emperador’ escriba a su casa en términos parecidos a los que utilizaba Alexander Von Humboldt cuando describa sus andanzas por nuestras latitudes a principio del siglo antepasado y se embelesaba con la naturaleza y la hospitalidad de los nativos con los que se cruzaba (en la acepción más decente del término).
Nada me hace pensar que no pueda ser así, cuando finalmente nuestros rivales se van a sentir sumamente honrados con la visita de tan ilustre personaje del futbol del primer mundo y le van a poner en una bandeja repleta de frutas tropicales los tres puntos en disputa y se van a ofender si no se les acepta el llevar consigo a las más agraciadas de las princesas del lugar, como se estilaba antiguamente con los primeros conquistadores. No me cabe duda que así será. Más nos vale.
De otro modo estaríamos en serios problemas, ya que, de no respetarse el consabido protocolo, los aficionados nos tendremos que espantar ante las crónicas de lo que podría ser una peligrosa emboscada en plena selva, en la que nuestros heroicos tenochcas se las verían negras para salvar el pellejo (sin albur de por medio) y, de paso, rescatar algún puntito para no evidenciar a su ilustre capitán de mar y tierra, exponiéndolo a perder su escasa cabellera rubia en manos de artesanos nativos del lugar, de esos que confeccionan cabezas miniatura de cara pálida con material de importación.
Me pregunto cómo se verían colgadas en una tienda de artesanías pirata en lo más profundo de la jungla centroamericana las cabecitas sonrientes reducidas a mano del tal Mr. Eriksson, junto a las de Mr. Justino, Mr. Decio y Mr. Cantú, con un letrero escrito en el dialecto local que podría traducirse así: “Supuestos misioneros capturados en su intento de cambiar con engaños cuentas de colores con los nativos del lugar por ciertos puntos de oro que parecían buscar con mucho afán”.
Fuente: Record Diario Deportivo
Sin Conexión...
Dom 6 de julio de 2008.
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