Regalo de 15 años
SIN CONEXIÓN
La semana pasada tuve el gusto de visitar la ciudad de Monterrey, Nuevo León, el motivo de mi visita no fue otro más que el de cumplir el deseo a mi hijo quinceañero de vivir por primera vez un clásico norteño, es decir, Monterrey contra Tigres.
Yo veo cómo las quinceañeras anhelan ir a Europa para bailar con un chambelán el ‘Lago de los Cisnes’, pero en mi caso y al ser hombre, no me quedó más remedio que cumplirle al anormal de mi vástago tan exótico deseo, más aún cuando había cumplido con sus obligaciones escolares debidamente. Lo increíble del caso es que el jovenzuelo es hincha de los Tigres sin haber vivido nunca en la Sultana del Norte, sin tener algún pariente neolonés, sin haber visto jamás una película de Piporro (aunque el era de Tamaulipas), sin ser nunca empleado de Cemex, en fin, sin ninguna causa aparente que razonara su fanatismo a un equipo que desde que lo ve no ha parado de hacer corajes, salvo cuando tuvieron un buen momento en la Libertadores y, al tiempo, en el torneo local eliminaron al América en el Azteca 5-4 con aquel cabezazo de Julio César. Al contrario, puros sinsabores, puras muinas, pero está enfermo el pobrecito por los Tigres, y como parte de mi enriquecimiento futbolero aproveché para disfrutar también por primera vez de un clásico norteño. No volvía al Estadio Tecnológico desde que jugaba con la reserva del Atlante, pero no importó porque desde aquel 1983 no le han metido ni un centavo al inmueble, sigue igual y seguirá, y aunque digan que van a hacer uno nuevo, continúa el marcador de lámina que hoy sirve para que La Volpe y el ‘Mimi’ Salvador vean el partido como si fueran los viejitos de los Mupets; la visita es bellísima con la estampa del Cerro de La Silla.
El partido resultó una verdadera basura hasta el minuto 75, en el que Monterrey anota ante un estadio casi totalmente rayado; lo que siguió fue una masacre, provocada por el novato Acuña y Lucas Lobos, en complicidad con la mediocridad del Monterrey.
Lapuente se comió enterito a La Volpe, lo emotivo de los cánticos, porras y mantas se convirtió en frustración, violencia y lamentables escenas de barbarie provocadas por un equipo que gasta millones y da lástima, con una directiva que vende cerveza hasta que termina el partido; increíble, pero cierto, emborrachaban a su afición como si la odiaran, para al final entregarles una derrota más, y para muchos la cárcel cuando son detenidos por la policía.
En fin, mi hijo cumplió su sueño de ver el clásico, salió tan feliz como aquella quinceañera que baila la polca, el vals y hip-hop con el guapo del barrio en medio del hielo seco; salió extasiado, creyendo que su equipo era el mejor del planeta, como salieron todos los aficionados de Tigres. Bueno, aquellos que no fueron golpeados por la porra contraria, pero como todos los cuentos de hadas y princesas, seguramente el sueño será breve porque este equipo, sí, los Tigres, suele despertar a su afición con baldes de agua helada.
Fuente: Record Diario Deportivo
Sin Conexión...
Dom 26 de Octubre de 2008.
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